Los ojos saltaron de las órbitas, redondas, sanguinolentas como bocas a un mundo de negrura.
Harta de aguantar tus intransigencias y tus malos modos, te serví el desayuno mientras me armaba de valor. No parabas de quejarte. Quejarte de las tostadas, del café aguado, del tiempo, de mi manera de cocinar, vestir, hablar. Cogí la sartén, me coloqué detrás y golpee con todas mis fuerzas tu oronda cabeza.
Rosa M.
No es para menos. Besos
ResponderEliminar¡Contundente! Nadie debería fastidiar a una señora armada con sartén. Me gusta que el desenlace preceda a la acción, permite que gane la parte humorística de la pieza.
ResponderEliminarAbrazos
¡Qué comprensible resulta la actitud de la protagonista, Rosa, a pesar de la atrocidad que comete! Síntoma de lo bien que consigues la complicidad del lector.
ResponderEliminarUn abrazo,
¡Estaba fuerte eh!
ResponderEliminarAhí sin contemplaciones !!!
ResponderEliminar:)
Besos !
Contundente decisión. Saludos
ResponderEliminarCertero y merecido golpe, sin duda.
ResponderEliminarSaludos.
No cabe duda que la acción es violenta y desproporcionada pero nos guías con tus palabras tan bien hacia el interior de la protagonista que logras el beneplácito del público e incluso su complicidad.
ResponderEliminar¡Me ha gustado!(cualquiera se atreve a decir que no)jajajaja!
Un buen antídoto contra la intransigencia...
ResponderEliminarBesicos amiga