Reposa Carmen Miranda su cabeza en los almohadones del sofá tras quitarse el enorme tocado de frutas. Un gato, más grande incluso y más sonriente que el de Cheshire, se atusa los bigotes y enseña los dientes. Carmen Miranda cierra los ojos y se convierte en una isla. Deja que las olas azoten con suavidad su cuerpo desnudo de obligaciones, problemas y pensamientos negativos. Sólo se deja mecer por la sensación de sentirse viva. Deja al sol que abrace su cuerpo de arena y que el viento peine sus cabellos de madreselvas y jazmines. Carmen Miranda se ve a sí misma como una isla y sonríe. Una sonrisa tonta y felina. El gato que está acurrucado a sus pies mientras Carmen Miranda se transforma la mira, ronronea y se esponja.
Rosa M.
Participación para ENTC en el mes de mayo, cuyo tema era "La isla de las mujeres"
Rosa, ¡Isla!
ResponderEliminarUn microrrelato nostálgico y, al mismo tiempo, revitalizador con esta Carmen Miranda que tanta energía desprende. Me ha recordado este microrrelato a uno de los Cuentos Peregrinos de Gabo.
¡Buen trabajo!
Abrazos.
Allá comenté en su día. Esta bien que te lo traigas a casa.
ResponderEliminarHas descrito de una manera tan perfecta la transformación que quiero que hagas lo mismo conmigo ¿te atreves?.Claro que yo no soy Carmen Miranda pero te prometo que haré lo que pueda.
ResponderEliminarBesos isleños.
Tiene un aire tropical.
ResponderEliminarUn beso.
No lo había leído pero me ha parecido bueno, ese aire ladino y gatuno le confiere mucha sugerencia al relato.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Qué momentazo. Besos
ResponderEliminarGracias a todos por darle vida al blog. Siento estar tan dispersa y no pasarme por los vuestros. La vida a veces tiene estas cosas, se nos complica...
ResponderEliminarAbrazos y besos desde el aire