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Imagen de Kenji Kawamoto. |
No es que lloviese, ni que las lágrimas no le dejasen ver. Ni tan siquiera, que la pena, se le arremolinase entre las piernas. No, no era eso. Tampoco era que ella no contestara a las llamadas, ni que hubiera desaparecido de la faz de la tierra. Nada. Todo. Era esa sensación de vacío absoluto, esa sensación de estar fuera de lugar en todo momento como un superman sin cabina de teléfono. Era como caminar descalzo entre cristales. Dolía, mucho y, no había forma humana de hacer que parase.
Lindo blog, Rosa.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enhorabuena.
Muchas gracias. A. Azzul.
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Incomunicado
ResponderEliminarEso parece.
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Como estar fuera del mundo y solo tubiera el refugio en mitad del vacío en ese pequeño habitáculo.
ResponderEliminarMuy bueno Rosa, besitos!!!
Gracias Doña M.
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Tiene ecos de personaje de Sabina.
ResponderEliminarUn poquito, sí.
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Ha sido una agradable sorpresa encontrarme con tu blog, lleno de estupendos micros. Volveré a visitarte.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias y bienvenido. Me alegrarán tus visitas.
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