Nela es santa, decía mi
madre, no se cansaba de repetirlo. Yo nunca entendí el porqué de sus palabras.
Cuando creía que nadie miraba, salía el demonio que tenía dentro.
Al pobre Pulgas le ataba las
patas traseras y le obligaba a arrastrar el trasero por los cantos de la
entrada mientras soltaba aullidos
lastimeros. Escaldaba a los gatos de la señora Juana y al párroco don Higinio, cuando venía de visita a
merendar el chocolate con churros que mi madre preparaba con mucho cuidado
todos los miércoles y que servía entre suspiros y miradas, le prendía los bajos
de la raída sotana con un palito que sacaba de las brasas. Una vez tuvo la osadía
de llenar la pila de agua bendita con florecillas que recogió en el camino
hasta la iglesia. Nela tenía un don para hacerle jugarretas al cura. A él como
a mi madre, las cosas de Nela no le molestaban.
Nunca la reñían y cuando yo
intentaba acusarla, mi madre se hacía la tonta, cantaba, o cambiaba de tema.
Tomaba a Nela en sus brazos, le besaba y le atusaba las negras trenzas. A mí la
envidia me hacía pegarle pellizcos y patadas en las espinillas por debajo de la
mesa.
Cuando mi madre hablaba con
la señora Juana o con otras de sus comadres, yo me escondía detrás de la puerta
de la cocina intentando descubrir el misterio de la santidad de mi hermana. Una
de las veces escuché algo referente a su nacimiento, algo que no entendí, Mi hermana había sido un milagro, fue
concebida por un santo... No pude escuchar nada más porque Pulgas abrió la
puerta de un empujón y mi madre al verme se calló mientras se limpiaba las
lágrimas con la manga, dijo a las vecinas algo de la ropa tendida y cambiaron
de tema.
A sí, a retazos, la historia
de la santidad de mi hermana iba tomando
forma en mi cabeza.
Yo la ponía a prueba y la observaba
cuando se bañaba para ver si tenía marcas como en las historias de las vidas de
Santos que nos contaba Don Higinio en catequesis, pero nunca le vi nada.
Cuando Pulgas se hacía alguna herida la pedía que le impusiera las manos esperando ver el milagro
de la curación y cuando murió el jilguero intente a base de pescozones que lo
resucitara como hizo
Jesús con Lázaro a fuerza de repetir “levántate y anda”
pero nada funcionó. Yo no veía la santidad de Nela.
El día que desapareció, la
buscamos por todas partes, por el cerro que estaba a la espalda del pueblo, en
la charca, en la chopera, buscamos en las cuadras, en las huertas, en los
trigales y en la era, no apareció.
Desde ese día, al pozo seco
le ha brotado un manantial nuevo y un rosal blanco ha nacido a sus pies. Ahora sé
que es santa, ha obrado un milagro. Desde que no está, mi madre me quiere.
Rosa M.
Este cuento también participa en el VIII Concurso literario "Villa del Duero"
Este cuento también participa en el VIII Concurso literario "Villa del Duero"
Desde que no está, mi madre me quiere...
ResponderEliminarMuy buena esa historia de la santa contada por su hermanito.Tantas tropelías y al final resulta que sí, que es un milagro...¿es casualidad que lo que nazca sea un rosal?
Me ha gustado, además de la frase final, la ambientación.
Un beso.
que belleza!!!
ResponderEliminarbesos
Rosa, me has mantenido en una constante intriga por saber la santidad de Nela, al igual que el protagonista, aunque claro yo no la he puesto a prueba con su hermano hacia con ella. Lástima que se diera cuenta de su santidad una vez ella ya no estaba.
ResponderEliminarMuy buena historia con un final que consigue cerrar el circulo y que recoge una frase contundente que me encanta: "Desde que no está, mi madre me quiere".
Suerte para el concurso.
Besoss
Ay los celos, cuantas jugarretas pueden hacer.
ResponderEliminarEs un poco triste que se alegre de la desaparición de la hermana, seguro que su madre la adoraba igual pero ella no era capaz de verlo eclipsada por esa nube de celos que la cegaban...
Genial el cuento mi niña.
Besitos mediterráneos.
Me gusta MUCHO tu relato.( no diré nada más, para que no te enfades, jajaja)
ResponderEliminarPobre hermana de Nela, un momento de ofuscación lo tiene cualquiera.
Yo no me creo que todo lo que sale de un cura ...sea bueno y santo.
Nos vemos mañana, ya sabes, si no llegas a tiempo....
Una historia llena de intriga y de expectativas que sólo se cumplen a medias, como las sospechas. Sorprende la crueldad de la santa, medida de la que puede ser, aunque no se muestra, la crueldad del narrador/a.
ResponderEliminarLa frase final, desde luego, es el cierre perfecto.
Abrazos
Uy no se por que me dá que la hermana tubo que ver con su desaparición. La piel de gallina Rosa. Un besote.
ResponderEliminarQue bonito Rosa!!!
ResponderEliminarEspero que tengas suerte y que ganes!
Un besote :)
Chapó Rosa me ha gustado una jartá.
ResponderEliminarUn beso,
Un gran relato, Rosa.
ResponderEliminarQue tengas mucha suerte.
Besotes.
Como siempre un placer pasar por tu casa.
ResponderEliminarSaludos y un saludo.
Muy bien conseguida la voz del chico. Y ese final con mi madre me quiere, es un puntazo.
ResponderEliminarAbrazos con mucho cariño.
Me encanto tu historia.
ResponderEliminarLa verdad que concuerdo con la mayoría en la frase del final, te ha salido estupendamente.
¡Besos!
Una belleza, que final!!! suerte
ResponderEliminarUn abrazo
Una historia muy triste.
ResponderEliminarLa historia engancha desde el principio. Y demuestra que sí era santa. Me quedé con la duda, eso sí, de su origen. Como entró el perro, no nos enteramos nadie.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues al final está claro que si era santa y estoy de acuerdo con el puntazo de esa frase final, es un buen broche para cerrar este micro donde quedan muy bien reflejados los celos infantiles.
ResponderEliminarBesitos