Recubre con telas cualquier superficie en la que pueda ver reflejado su rostro. Ni siquiera su torcida mirada picasiana soportaría ver sus ojos preñados de miedos. Asustado de si mismo y su fealdad, el hombre elefante se pone la máscara de saco. Tan sólo dos pequeñas ranuras le permiten saber donde ha de poner sus pies para no tropezar. Aunque a veces, desearía coserlas, cerrarlas como cierra sus ojos al mundo. Habita en un salón de espejos deformados. Espejos de feria. Cansado de mirarse decide abandonarlo. Ahora sus ojos le observan desde el suelo, pero él ya no los ve.
Rosa M.
Joe, da miedo. Abandonar la deformidad interior o hacerse a ella.
ResponderEliminarBesazos
Un espejo solo nos devuelve cosas sin importancia que está afuera. lo malo está dentro. Tétrico...
ResponderEliminarUn saludo
JM
Enfrentarse a sus propios demonios no deja de ser un triunfo, una batalla ganada y una carta a favor para combatir al enemigo. Afrontar el reto de su propio yo reflejado en un espejo ha debido ser el principio de su nuevo camino.
ResponderEliminarEscalofriante Rosa, me encantas estos escritos tuyos !!!
Besos!!
¡Mmmmm que relato preñado de miedos e inseguridades! hay batallas que solo libramos con nosotros mismos porque somos los únicos que padecemos esos demonios.
ResponderEliminarBesos de gofio.
Muy duro.
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