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No era París, ni siquiera una gran ciudad donde pasar desapercibidos. No eras tú, ni era yo. Si no nosotros. Un dos en uno y un uno hecho de dos. No era París, pero el agua se deslizaba por los cristales de la habitación y, si entrecerrábamos los ojos, la torre Eiffel aparecía desdibujada al otro lado haciendo un guiño a nuestros juegos de amantes. No, no era París, no lo era, pero, paseamos las sábanas agarrados de las manos, como si lo hiciéramos por Montmartre, con sus pintores desleídos por la lluvia, formando un cuadro de un impresionista borracho. Y nos amamos. No en París, no. En un París escurrido por nuestra memoria, hecho de retazos abigarrados, donde lo único palpable, tangible, tocable, éramos tú y yo. Nosotros.
Y no hacía falta más Rosa, para qué añadir. Si realmente eran uno, estaban completos. Besos.
ResponderEliminarSe diluían en las sábanas
ResponderEliminarLa lluvia estaba en la habitacion
Pura poesía aunque le quites la métrica.
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