Le gustaba espiarla tras los cristales. Adivinar su silueta mientras se desvestía le volvía loco. Y verla atravesar el portal cuando salía a la calle era toda una tortura. Siempre la miraba de reojo, escondido tras el palo de la escoba, ni siquiera se atrevía a decirle buenos días, o buenas tardes o parece que va a llover. A ella le entretenía el juego de miradas del portero y la gustaba saberse observada, deseada y siempre que podía se demoraba en el portal a la espera de un buenos días que nunca llegaba.
Rosa M.
Me parece haberte leído ya ese magnífico relato.
ResponderEliminarMe encantó y me sigue encantando, Rosa.
Besos
Si que lo has leído América. lo escribí en mi muro de fb en una de mis tontunas repentinas. Gracias y besos desde el aire
EliminarPara mi es inédito y me ha encantado.
ResponderEliminarEsto de saber que gustas es algo que nos gusta a tod@s.
Un besote Rose :)
Si, nos gusta Doña M. Pero si el otro no se atreve, atrevámonos nosotros...
ResponderEliminarBesos desde el aire
Lo recuerdo en La esfera cultural y me encantó.
ResponderEliminarMuy bueno. Besos
Los deseos que no nunca se expresan dan lugar a estos desencuentros. ¡Cuántos habrán impedido que llegara a puerto un amor!
ResponderEliminarBesos volados.
Uno por otro... la casa sin barrer.
ResponderEliminarAmores callados y solo deseados, nunca cumplidos. Quizás los amores nunca traicionados.
ResponderEliminarSaludos
Silencios e insinuaciones, deseos incumplidos...
ResponderEliminarAy, qué no puedo venir tanto como me gustaría, hoy lo hago y te dejo muchos besicos salinos también por aquí.
Real y bello. Besos
ResponderEliminarAy, con lo fácil que sería. No haría falta ni esforzarse en hablar, una sonrisa, sólo una sonrisa por parte de uno de ellos... Que yo sé mucho de esto. Bueno, sabía.
ResponderEliminarUn abrazo, Rosa
Dos deseos engañados. Y las canas terminan saliendo.
ResponderEliminarUn beso.