Decía la mamá de Forrest Gump, que la vida era como una caja de bombones. Y quizá para ella fuera así, no lo voy a discutir. Pero la mía, como la de tantos otros, es un peladero de cebollas. Un continuo quitar capas y llorar, llorar y quitar capas. Y total, ¿para qué? Si por muchas capas que quites y por muchas lágrimas que derrames, al final sólo quedan cachitos en el plato y muchos ni se los comen.
Rosa M.
¡Ellos se lo pierden!
ResponderEliminarBesicos, amiga.
La cebolla bien merece unas lágrimas. Besos
ResponderEliminarSi la calientas un poquito a fuego lento... ya verás que la cosa cambia, je je.
ResponderEliminarBesos al aire.
Con lo buena que es y está la cebolla!!!
ResponderEliminarIncluso para llorar de vez en cuando limpiando el alma.
Besos
Este breve está cargado de tristeza, o eso es lo que me ha transmitido, o más bien de derrotismo. A mí particularmente me encanta la cebolla y, aunque nos haga llorar, su sabor compensa y eso es positivo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Triste, muy triste. Como la sabiduría que da la ingenuidad.
ResponderEliminarUn beso.
Qué buena reflexión... Saludos.
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