Cautiva y desarmada me encontró el día. Otra vez más. Bebo mucho, lo sé. Debería hacer caso a Lola, a Ginés, a mi hija... Pero no lo hago. Cada día vuelvo con mi amante contenido en el verde de la botella
Rojo y agrio, amante vino. Sangre de la uva ingrata, que me devuelve a la cordura en el primer sorbo y con el último me mata. Y cada día- soy consciente- me voy hundiendo. Pánico me da enfrentarme al espejo; me encojo un poco más, atemorizada, ante esa mirada sucia, huida, desorientada y rendida que se clava a la mía.
No soporto mirarme, los tapo con paños negros. de luto los visto. Luto por mi vida, luto por mi alma perdida. Pero... ¿qué hacer? ¿qué hacer para ahogar los silencios, la ausencia de caricias, para soportar las dentelladas insaciables de los paraísos perdidos? Lo sé, estoy cavando una fosa a mi medida, pero necesito humedecer mis labios con el rojo y agrio beso de mi amante. Ese beso, que aunque se que sabe a muerte, que es muerte, acepto de buen grado. Lo busco, lo apuro hasta el fondo, hasta dejar de ser yo misma o hasta serlo del todo.
Sí, sé que es muerte... Cautiva y desarmada me encontró el día, lo repito... Muy desarmada. Vencida... No olvidéis, Lola, Ginés... Y no lo olvides tú, hija mía... que odio los crisantemos. Compradme rosas rojas. En el ocaso, cubridme de pasión.
Escrito a cuatro manos por: Joaquín Marín y Rosa M.
Estás en forma, mesetaria. :)
ResponderEliminarGracias por este regalo Joaquín. Un placer escribir a cuatro manos contigo.
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Caramba, estaba desayunando y de repente me topo con este tremendo relato. Muy bueno, y duro, pero bueno.
ResponderEliminarUn saludo
Juan M
Gracias Juan Manuel, por la parte que me toca.
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Rosa, menuda carta de despedida. Doliente y poética.
ResponderEliminarO estamos tontines, os esto se pega...
Un abrazo de esos que resguardan
Es el otoño que está en puertas Miguelángel.
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Pasión desmedida, destructiva. En carne viva.
ResponderEliminarAbrazos cálidos.
Gracias Lola.
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Se había dejado hundir para los restos. Que pena, y eso que lo veía venir...
ResponderEliminarUn beso grande Rose :)
Y al parecer tampoco quería pararlo...
EliminarBesos desde el aire, Doña M.
Retomo mi itinerario de lecturas tras unos cuantos días y me alegro de no haberme perdido esta pieza, Rosa.
ResponderEliminarSin duda, esas cuatro manos han sacado enhebrado un texto que toca al lector por su profundidad emocional. Tal como apunta Lola, pasión desemedida, descontrolada y destructiva.
Un abrazo,
Me alegra que estés de vuelta Pedro. Ha sido un placer escribir con Joaquín y me gusta que te gusta.
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Menudo micro Rosa, ese saberse derrotada y casi muerta, matarse poco a poco y no poder evtiarlo, lo cierto es que conozco demasiadas personas cuya vida es así, aunque casi todos por el tabaco más que por la bebida, aunque alguno hay. El final, demoledor, pobres los que la quieren y se preocupan por ella.
ResponderEliminarPrecioso. Muchos besos sin alcohol.
A los que la quieren les dejará una herida abierta para toda la vida Yashira.
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Impresionante micro a cuatro manos.
ResponderEliminarLa narrativa de una muerte anunciada, un tema tan crudo como profundo.
Hay amores que matan, y pasiones que no deberían brotar jamás en el alma humana.
Besos mediterráneos.
Así es Gala. Somos seres llenos de contradicciones. No queremos algo, pero a veces no podemos parar de hacerlo.
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Triste poema. La desesperación muy bien narrada.
ResponderEliminarGracias Ximens.
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Me ha atrapado desde ese comienzo tan guerracivilista.
ResponderEliminarDuro. Bueno.
Un beso.
Gracias por la parte que me toca CDG. El comienzo es obra de Joaquín.
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