Pintura de Ronald Companoca
Salía a pescar gamusinos a la luz de la luna alumbrado por un candil, como ya lo hiciera el Jasón de las historias que Don Marcelo le contaba en la escuela. Claro que aquél era de oro, y él, con uno corriente, se conformaba. Su madre esperaba despierta a que regresara. No había querido decirle nunca que aquello no era cierto, que Pascualín, el de la Tomasa, le estaba tomando el pelo. No, nunca se lo diría, sólo por verle tan feliz, tan emocionado. Una vez por semana resplandecía y su cortedad no le importaba.
Rosa M.
Escrito para el taller "Mar de Incertidumbres"
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Genial.
ResponderEliminarMe encantan los gamusinos y esa madre, casi tanto o más que el micro.
Besotes
Qué bonico tu cazador Rosa.
ResponderEliminarBesos al aire.
Muy bonito, Rosa, Atticus de vez en cuando también baja al río a cazar gamusinos, besos!
ResponderEliminarQué sensibilidad hay que tener para escribir algo tan dulce, tan lleno de ternura, tan hermoso...
ResponderEliminarSaludos
Una historia especial, Rosa, en la que se respira una extraña sensación de felicidad y condescendencia.
ResponderEliminarUn saludo
JM
¡Que grandes son los Gamusinos! Pero que tú no hayas cogido ninguno no quiere decir que no existan. Palabra de semielfo que los hay.
ResponderEliminarMe gusta! es una mezcla de ensoñación y realidad, fantasía y cotidianidad.
ResponderEliminarGenial Rosa !!
:)
Cuando mis alumnos me preguntan que adónde voy, siempre les respondo que a cazar gamusinos. Me ha enganchado tu texto nada más empezarlo. Besos
ResponderEliminarLe sucedia lo de Icaro y el sol, bonito escrito, saludos desde mi querida Guatemala
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