Fotografía de Erik Ravelo. |
Acaban enredados en una telaraña de deseos opacos y turbios. No se conocen, pero sus cuerpos se han atraído como imanes. No hay nada más allá de su hambre. Nada fuera de aquella cama revuelta, de aquellas cuatro paredes. El mundo empieza y termina en la piel y en el pulso del otro. Sus ritmos se acompasan, sus jadeos y suspiros. Todo estalla y desparece. Se relajan, se acurrucan un momento sin decir palabra. Se levantan al unísono se visten deprisa y sin mirarse salen por la puerta cargados de culpabilidad.
Rosa M.
Esas cosas pasan. A veces, afortunadamente. Y por fortuna tú nos lo cuentas así de bien. Besos
ResponderEliminarSí, creo que recuerdo este relato de un viernes ¿Puede ser? Y me ha parecido igual de bueno. Ese final... Uf...
ResponderEliminarBesos guapa.
Enredados, buen título, Besos.
ResponderEliminarYo creo que no hay culpabilidad, ni lo piensan. Buen relato.
ResponderEliminarEse "sin mirarse" me ha hecho mirar tus palabras varias veces.
ResponderEliminarUn beso.