Fotografía de José Ángel Alventosa |
Después de tantas batallas que casi le habían costado la vida, dormía plácidamente. Era un sueño extraño en el que mil manos lanzaban al cielo linternitas de papel iluminadas por tenues velas. Él se veía a sí mismo tumbado sobre la fresca hierba al cobijo de un gran árbol disfrutando del momento. No había dolor y su cuerpo no presentaba cicatrices. Su voz sonaba clara y joven y, sin darse cuenta entonó una cancioncilla que recordaba no sabía de donde. Un joven que le miraba desde sus grandes ojos castaños, vino a sentarse junto a él. Sonreía. Le era familiar, no sabía el motivo. El joven sacó un librito del bolsillo y empezó a leer en alto. Eran historias cortas, microrrelatos dijo. Rió a carcajadas con algunas de las historias, y otras le hicieron derramar lágrimas. Se sentía a gusto con aquel joven y le pregunto si se habían conocido en algún momento que no recordaba. Claro, padre, le contestó el joven. He venido hasta aquí para llevarte a casa. Le tendió la mano para ayudarle a levantarse y ambos, como las linternitas, cruzaron el aire.
Rosa M.
Los microrrelatos como linternitas. Que duren.
ResponderEliminarUn besote gordo, guapa, y qué buena eres
Que me gusta leerte Rosa!!!
ResponderEliminarTus micros son fantásticos, me encantan!!!
Mil besos :)
Qué lindo y qué triste!! Besos Rosa.
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