Al retirarse las aguas, la sirena quedó varada. El lugar era inhóspito y frío. Un cerro pelado, ceniciento, único faro de una meseta cuarteda. De nada sirvió su canto, sin piernas, estaba condenada. Los vientos secaron sus ojos, ajaron su piel de agua. Buitres y cuervos hicieron el resto.
Rosa M.
Ya no había marineros a quienes encantar...Pobre sirena.
ResponderEliminarMuy bello, Rosa.
Malditas y cobardes aguas. Besos
ResponderEliminar100.000 años después un pescador de fósiles, piqueta en mano, duda si creer en la magia de los besos de cuento.
ResponderEliminarYo no dudo, besos a tu aire.
Excelentes descripciones, Rosa, que eleven aún más el drama. Genial.
ResponderEliminarSaludos...
De ahí la frase ¡piernas para qué os quiero! si las hubiese tenido podrían haberla salvado del triste final.
ResponderEliminarUn micro cargado de descripciones y adjetivos que no es fácil elaborar sin caer en la pedantería.Tú lo has conseguido.
Besos de gofio.
Brutal. Y triste.
ResponderEliminarUn beso.