Ilustración de Feppa |
Cuando nos mudamos a la ciudad, mamá mandó poner rejas en las ventanas de mi cuarto. Tenía miedo de que saliese volando por la ventana y que con tanta antena y chismes por los tejados, la cuerda con la que me sujetaba cuando vivíamos en el campo, cuerda que ataba a mi tobillo, se liase y no pudiese recuperarme a tiempo para la hora de la cena. Una vez me enredé en el manzano de la huerta y pasaron horas hasta que me rescataron de entre sus ramas. La sopa se espesó y quedó como engrudo en la cazuela y el filete, que teníamos de segundo plato, estaba duro como una suela. Recuerdo que ese día también había arroz con leche de postre y que mamá tampoco dejó que lo comiera no fuera a ser que con el susto me cayera mal en el estómago. Protesté, tenía hambre, pero no hubo manera. Me fui a la cama sin cena. Ahora ya no surco el cielo, si acaso un pequeño vuelo hasta el techo. A cambio mamá ha llenado mi habitación de fotos con nubes, para que no lo extrañe tanto.
Rosa M.
Las fotos de nubes no son nubes cuando las alas de alguien no tocan el cielo.
ResponderEliminarMe gustó, Rosa.
Un beso.
Es difícil que alguien con alas eche raíces. Bonita historia.
ResponderEliminarUn saludo
JM
juanmanuelsanchezmorneo.blogspot.com
Precioso, Rosa.
ResponderEliminarBesitos de nubes
Ay, las madres, y las alas, y las nubes.
ResponderEliminarConfluyen varios sentimientos al leerlo, intriga, ternura, inquietud... ese ansia de volar y esa madre empeñada en tenerlo bien atado a su lado. Algún día encontrará la fuerza de que su vuelo llegue lejos de esa madre cabezota.
ResponderEliminarBesos!!
:)
Protesté, tenía hambre, pero no hubo manera.
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Acontece! Nem sempre os nossos desejos são saciados.
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Que a felicidade ande por aí.
MANUEL
Creo que lo llaman madurar.
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