Intente dejar de ser yo para convertirme en ella. Empecé por los pequeños detalles como el corte de pelo, el color, la ropa. Aprendí a caminar sobre esos tacones de vértigo y a lucir piernas. Con los ojos no hubo problema, el maquillaje acentuó el parecido. Tú aconsejabas pequeños cambios y hasta creí que te gustaba. Hubo un día que me llamaste por su nombre y yo, sonreí. Luego, volvieron los no me esperes levantada, el olor a perfumes desconocidos, las manchas de carmín. Ella vino un día a verme, a preguntar por ti, a reprocharme. Fue como mirarme en el agua de un estanque cristalino. Me asusté.
Ahora te veo pasar empujando un carrito de bebé y con esa otra del brazo. Esa otra, que es igualita a mí, antes de que fuera ella.
Rosa M.
Escrito para los viernes creativos de El bic naranja
Cuántas Pigmalion han sido abandonadas por una parcela de rutina.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Pero la vida es larga y la que pasea junto a él hoy puede que llegue el día que descubra nuevas manchas de carmín y sea ella quien escuche los no me esperes levantada.
ResponderEliminar"La cabra tira al monte"
:)
Besos!!
Me hace pensar mucho tu relato, nadie debería convertirse en un espejo. Acaba uno sin saber quién es si ella misma o si esa otra...
ResponderEliminarY total, para perderlo todo. Un relato espejismo. Besos
Muy bien hilado. Uno siempre desea lo que no tiene.
ResponderEliminarMuy bueno, Rosa. Saludos...
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