Fotografía de Laura Ferreira |
Abre el frigorífico. Cuatro huevos solitarios le saludan desde las baldas vacías. No queda leche para el café. Suspira y decide prepararse un té. Mientras el agua hierve, se coge los brazos en un abrazo cálido. Cierra los ojos y siente los suyos, los echa de menos, tanto que duele. El agua gorgotea en el fuego. A veces, también, echa de menos el ajetreo de las comidas cuando la casa se llenaba de olores y risas. Ahora sólo le recibe el silencio. Un silencio agujero negro que todo lo engulle. Pega un sorbo al té, a olvidado ponerle azúcar y amarga, pero no tanto como su vida. Mira el montón de pastillas dispuestas sobre la mesa de la cocina, las hay de todos los colores, aunque le parecen todas iguales, no hay diferencia. Sólo sirven para alargarle la vida. Pero ¿es eso lo que realmente quiere? Se pregunta. Va al baño y ante el espejo ensaya sonrisas, ensaya otra cara. Esa otra cara que muestra todos los días y que le dice al mundo que no va a poder con él, que piensa seguir en la lucha, aunque duela, aunque amargue, aunque le engulla.
La foto muy acorde con el relato.
ResponderEliminarMe ha gustado. Triste, pero real como la vida misma. Todos ensayamos caras que ponemos para enfrentarnos a la vida cada día.
Después, en el silencio de la noche la verdadera oscurece a las otras.
un abrazo.
Leerte es simpre un paseo encantador por este mundo que creas con estos personajes tan terrenales.
ResponderEliminarMe encanta!!!
Besos :)
Me gusta.
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