COMPAÑER@S DE TRAVESÍA

domingo, 28 de julio de 2013

INSTANTANEA


El hombre, parecía esculpido en las sombras, sin movimiento, impertérrito, congelado en el tiempo, como esos segundos que nunca pasan. Sólo el destello frío de sus ojos, delataba su presencia. Ella, no lo vio. Ni vio el cuchillo que atravesó sus entrañas. Allí, sobre el rojo suelo, su desmadejado cuerpo,quedó atrapado en el álbum de recortes de él.

Rosa M.

viernes, 26 de julio de 2013

BRINDIS


Brindemos por la vida, dijiste. Mientras, acercaste la copa a mi yugular y no dejaste que se derramara ni una gota.

Rosa M.


martes, 23 de julio de 2013

DISTORSIONES



Desde el espejo, la mujer elefante me devuelve la mirada. Triste y lánguida, intenta guiñarme un ojo para hacerme sonreír. Una lágrima, sólo una, cae de ese ojo perdido entre la montaña de arrugas.

Rosa M.

sábado, 20 de julio de 2013

DESOLACIÓN


Transito los recuerdos. Me paseo por ellos. Intento buscar la solución a algo que no la tiene, que quizá nunca la tuvo. Mis ojos nublados permanentemente por las lágrimas, como ventanas mojadas por la lluvia, miran mis manos vacías de caricias, vacías de tus manos, vacías de tu cuerpo. Mis labios antes sonreían y besaban y pronunciaban palabras llenas de ternura y amor. Ahora, cuelga de ellos una mueca invertida, una sonrisa triste, unas palabras huecas, que al pronunciarse, resuenan en un intento desesperado de encontrarte. Camino por las estancias, arrastro los pies, me encorvo, cargando sobre mi espalda todo el peso de la culpa.

Rosa M.

Escrito para los viernes creativos de El bic naranja

jueves, 18 de julio de 2013

AGUJERO NEGRO


Aparqué mi “yo” por ella. Pero hoy, ha vuelto.
Encontró la Polaroid en el fondo del armario, cuando intentaba poner un poco de orden en el caos. Se empeñó en hacerme una foto. Sabe que nunca quiero, sabe que no me gusta. Pero a base de sonrisas pícaras, de toquetéos sensuales, de besos en el cuello, de manos en mi cintura y de roces varios, accedí. En el momento que sonó el clik del disparo, me arrepentí. Vi sus ojos, la expresión de terror en ellos y la negrura infinita de aquella instantánea al caer de sus manos al suelo. No tuve más remedio, mi “yo” volvió. Y ella desapareció tragada por él.

Rosa M.

Historia escrita para los viernes creativos de El bic naranja

lunes, 15 de julio de 2013

JUEGOS AÉREOS


El viento arremolina su falda alrededor de sus muslos. Y a mí me gusta mirarla, me gusta ese juego de su falda y el viento, sus manos y su falda, sus manos y el viento, y sus labios que se fruncen, haciéndose la enojada, como si no le gustara que el viento mirase debajo de su falda.

Rosa M.

viernes, 12 de julio de 2013

MUERTOS

Jasper James
Te calas el sombrero y sobrevuelas con tu última mirada mi cuerpo de cáscara vacía. Se que tú también te vas, como se fue él dejando mi vientre hueco. Quisiera levantarme y pedirte que no lo hagas, quisiera agarrarme de tus piernas para evitar tu marcha, quisiera que las lágrimas acudiesen a mis ojos, pero no lo harán. No pueden. Los ojos de los muertos no tienen lágrimas que derramar.

Rosa M.

Escrito para los viernes creativos de El bic naranja

martes, 9 de julio de 2013

LA ESPERA: CONCURSO "LEONARDO BARRIADA"


María retiró la trébede con el puchero del fuego. El cocido ya estaba listo para que los hombres se llevaran la comida al campo. Le gustaba dejarlo todo preparado antes de que las comadres llegaran. Cuando no lo hacía así, entre las confidencias y las risas, se le había terminado por pegar al fondo.
Llegaban todos a la vez, como si una llamada inaudible les convocase. Las mujeres ocupaban sus asientos junto al fuego con sus labores en las manos. Alcira, tejía una cesta con mimbres secos para los caramelos que tirarían en la boda de su hija Elena la próxima primavera. Los hombres un poco más apartados se liaban los cigarros del cuarterón que el abuelo Pablo había dejado sobre la mesa, mientras comentaban entre susurros que el lobo andaba cerca y los ojos se dirigían temerosos a Esperanza. La luz de los candiles no alumbraba lo suficiente para que vieran el baile de lágrimas en sus ojos, miraba la puerta y rezaba mientras sus manos se deslizaban solas sobre el hilado. Su Julián no había vuelto de con las bestias. Nadie decía nada al respecto, sólo suspiros y algún comentario suelto. El viento soplaba afuera y unos fríos copos empezaban a caer. La puerta se abrió de golpe y Julián entró en la cocina. El aire se escapo de los contenidos pulmones y volvieron las risas y las chanzas. Una única mirada entre Julián y Esperanza dio el susto por zanjado. Esperanza continuó hilando.

Rosa M.


Este relato ha participado en el el II Concurso de Relato Breve "Leonardo Barriada". Aquí podéis leer los relatos seleccionados, entre los que se encuentran los de: Mar Glez Mena (Puck), Elisa de Armas, Isabel Martínez Montoro (Yashira), entre otros estupendos relatos. Enhorabuena a todos.

jueves, 4 de julio de 2013

NOVIEMBRE AMARGO


Intuía su llegada sólo con mirar a mi madre. La sangre le volvía a recircular a velocidad normal y se sacudía el cansancio pasando a una actividad frenética. Abría de par en par puertas y ventanas haciendo limpieza. La casa resplandecía al igual que ella. 
Desde entonces todos los días se vestía, se arreglaba primorosamente y se sentaba en el porche a esperar.
Apuraba las horas con largas y profundas caladas mientras sorbía su inagotable café. Yo me sentaba a su lado, sin decir palabra, mientras esperábamos ansiosas.
Una tarde se escuchó a lo lejos el sonido de su moto. Podría distinguirlo de entre un millón. ¡Era él! Me levanté de un salto y pude ver cómo una fría lágrima de deseo se suicidaba en el rostro de mi madre.

Aparcó en la entrada, bajó de la moto y sonrió. Una sonrisa que iluminaba la calle. Le miré con la boca abierta. No quería tener esa expresión de bobalicona pero no lo podía evitar. Se dirigió a mí con un “estás más alta” y me desordenó el pelo. Sin más subió en brazos a mi madre y desaparecieron por la puerta.

Quedé allí de pie, saboreando ese pequeño triunfo y fui corriendo a la puerta de la cocina donde mi madre marcaba los progresos en cuestiones de altura. Me medí y constaté que era verdad, estaba más alta.

De la habitación de mi madre surgieron risas, gemidos y susurros que no comprendía. Me daban ganas de entrar y compartir sus juegos pero sabía que no debía hacerlo. ¡Mami se habría enfadado mucho conmigo!
Volví a salir al porche para no escucharlos, pero no lo conseguía, se filtraban entre las paredes martilleándome los oídos.
Cogí el libro, lo había comprado el domingo al salir de misa y todavía no lo había terminado de leer. No me concentraba en las palabras y me molestó no poder distanciarme lo suficiente para disfrutar de la lectura. Lo tiré con rabia encima de la mesa y me dirigí hasta la moto. 
Sabía que no debía subirme en ella, que a él no le gustaba, pero decidí desafiarle, sobre todo porque no se enteraría, estaba demasiado ocupado con mi madre.

Fue una sensación increíble sentarme en su moto. Verme reflejada en los pulidos cromados, sentir el cuero entre mis muslos. Como si le robase algo íntimo, un momento que atesoré para mí, para siempre.

Perdí los minutos allí subida. O quizá fueron horas. Viajé por el mundo sin salir del jardín. Cuando quise darme cuenta él estaba de pie, mirándome desde el porche mientras se tomaba una cerveza. Me puse colorada y, al intentar bajar 
deprisa de la moto, me caí. Él estalló en una sonora carcajada y vino hacia mí.

—Te gusta ¿eh? —me preguntó entre risas.

Con un mohín de enfado le contesté que no, que era un cacharro estúpido. Él soltó otra carcajada, se montó en la moto y me invitó a subir. Yo me hice la dura pero, ante una invitación tan estupenda y pensando que no se volvería a repetir, monté tras él agarrándome fuertemente, sintiendo toda su virilidad a través de las yemas de mis dedos. Me estremecí.

Corrimos como el viento y llegamos a la playa. 

—Ven, vamos a darnos un baño —me dijo.

A mí me daba vergüenza, no llevaba bañador y no quería que viese mi cuerpo desgarbado, de mujer a medio hacer. 

—¿A qué esperas? —volvió a repetir mientras se zambullía entre las olas.

No me bañé. Me senté en la arena, con las rodillas entre los brazos, viéndole aparecer y desaparecer entre las olas. Cuando salió del mar, parecía Apolo con el sol a su espalda.

Se sentó a mi lado, muy cerca. Notaba su cuerpo húmedo y se me erizó la piel. De un brinco me separé de él. Rió y me miró con sus penetrantes ojos, mientras prendía un cigarrillo. Cuando volvimos a casa mi madre estaba sentada en el porche enfadada. Él lo arreglaba todo con una sonrisa, y una caricia bastó para devolverle a mi madre la suya.

Cenamos en silencio y nos fuimos a dormir.

Al día siguiente, la moto no estaba en la entrada. Y a mi madre se le volvió a acumular el cansancio en la espalda y el polvo en los ojos, como a los viejos muebles que ocupaban la casa.

Mi cuerpo fue cambiando al igual que las miradas que mi madre me devolvía. Y debí cambiar mucho, y, para bien. El dueño de la tienda se levantaba las gafas cada vez que iba a comprar el pan. El profesor de matemáticas me miraba de soslayo y me hacía salir al encerado más de lo normal. Los compañeros de clase me perseguían por la calle y para encontrarse conmigo a la salida de misa. Las chicas  se volvían cuando yo pasaba. No me importaba, yo sólo esperaba la señal y el sonido de su moto.

Pasaron dos veranos interminables en los que no apareció. Tampoco le pregunté a mi madre por él. Me lo guardé para mí, la eterna espera, que me hizo pensar que terminaría pareciéndome a ella. Apagada como una bombilla hasta que él no enciendiera el interruptor.

Una tarde fría de noviembre, al regresar de clase, la moto estaba allí, en la entrada. El calor del verano inundó mi cuerpo y corrí hacia la puerta. No había risas, ni gemidos, ni susurros, sólo lágrimas. Un hombre al que no conocía, grande y serio, consolaba a mi madre.

Encima de la mesa una carta. La cogí. Mi madre no dejó de llorar, ni me miró.
La carta solo eran cuatro letras: una última voluntad, la suya.
Me dejaba la moto a mí.

Rosa M.

Si has llegado hasta el final, gracias por leer mi primer relato.

miércoles, 3 de julio de 2013

FRACTAL


Te encaminas hacia mí y el tiempo estalla en diminutos fragmentos. Se ralentiza, y todo a nuestro alrededor queda suspendido, sin importancia. Mis labios se abren, ofreciéndose lo justo para recibir tu beso, cierro los ojos y al abrirlos de nuevo, te veo como cada día pasar de largo.

Rosa M


Micro escrito para los viernes creativos de Fernando Vicente

SENSACIÓN EN LA TABERNA DEL CALLAO

SENSACIÓN EN LA TABERNA DEL CALLAO
Gracias Javier Merchante

HEROES EN EL PLANETA DE LOS LIBROS

HEROES EN EL PLANETA DE LOS LIBROS
Gracias Lola Sanabria